lunes, 13 de noviembre de 2017

El hombre invisible

Luisa R. Novelúa

Adrián arrastra su sombra de ordenanza por las calles de la ciudad. Las manos que manipularon chisteras portan carpetas con documentos municipales. Es un trabajador eficaz. Responsable. Valorado. Triste. Aun así, el fogonazo de la ilusión ilumina su mirada cada vez que palpa la baraja de naipes que lleva en el bolsillo interior de la chaqueta, o cuando extrae una moneda de la oreja de algún desprevenido compañero. En esos momentos se olvida de quién es y vuelve a ser quién fue. La joven promesa internacional de la magia ante un público expectante. Es feliz. Hasta que regresan las palpitaciones, los temblores, los sudores. El fracaso. La humillación. La fobia a los escenarios. Sin embargo, mientras se pierde entre los peatones, le delata una ligera sonrisa. Nadie puede discutirle el éxito de su gran número final.

martes, 11 de julio de 2017

Confidencias sobre raíles

Luisa R. Novelúa

Dos hombres y un mismo destino. Dos billetes de tren y una conversación. Juan y Pedro intercambian anécdotas, muchas de ellas hilarantes, aunque hayan sido momentos incómodos, incluso dramáticos. Es lo que tiene viajar y conocer gente. Podrían escribir un libro entre los dos y se forrarían, dice Pedro, o planificar un crimen perfecto y deshacerse de aquellas personas que les amargan la vida, bromea Juan.

Una estación, dos números de teléfono, un hasta pronto. Cada uno retoma su camino. Pedro se dirige como un autómata hacia la zona comercial de la ciudad; Juan consulta en un mapa la localización de los monumentos más emblemáticos y callejea con la cámara de fotos colgada al cuello. Uno fantasea con la libertad del viajero; el otro, con el hogar que espera al viajante. Cuando al día siguiente se vuelven a cruzar, se saludan con una sonrisa y siguen de largo. Demasiadas confidencias y un inesperado rubor.

jueves, 29 de junio de 2017

Es niña

Luisa R. Novelúa
Rompe a llorar con el ímpetu de quien asalta la vida para robarle hasta el último segundo. Aún no sabe si es bienvenida ni qué cóctel le ha preparado el azar. Quizá el de princesita atrapada en convencionalismos envenenados o el de criada negra en barrio blanco. Tal vez abra los ojos por primera vez en una patera, acunada por el mar, o en la misma casa en la que mutilarán sus íntimos deseos. O puede que este llanto sea el germen de una fuerza con la que derribará murallas y explorará caminos prohibidos, y la transforme en una de esas superheroínas que nadie recordará.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Cadena Perpetua

Luisa R. Novelúa

Qué fácil es empuñar la pluma y perpetrar con ella crímenes, humillaciones, heridas purulentas provocadas por amores no correspondidos. Y todo, para alcanzar la gloria literaria. Pudiste crearme apuesto y, sin embargo, me engendraste deforme; no te hubiese costado nada describir a una madre cariñosa y a una familia protectora que me guiase hasta convertirme en un hombre amado y de provecho, pero preferiste ensañarte con mi desgracia para denunciar las injusticias de la misma sociedad que te admira y acudirá en masa a tu funeral. A ti te espera el Panteón de franceses ilustres. Yo estoy condenado a trepar por las torres de esta catedral mientras quede un solo lector dispuesto a leer tu historia. Mi historia.

lunes, 9 de enero de 2017

Sin explicaciones

Luisa R. Novelúa

Una bola de pelo gigante la arrolló por sorpresa, a traición, cuando en su vida ya no quedaban páginas en blanco. Tras la correa que arrastraba por el sendero tapizado de otoño, un hombre atildado la miró desde su atalaya de presunción mientras intentaba retomar el control de la perra, que se resistía como si huyese de un anuncio publicitario para zambullirse en el mundo real.

La samoyedo le demostró así amor a primera vista, como el que sintió ella por Miki, la gata de pocas semanas que rescató de un contenedor. Por eso no hicieron falta explicaciones. Ni en esa ocasión, ni en las siguientes, cada vez más frecuentes a media que sus esporádicos paseos por el parque se fueron adaptando a la rutina canina.

Aún no entendía por qué un domingo los invitó a subir al caos de su casa, ni por qué dudó el día que él le propuso quedarse para siempre. Quizá fue por la fragancia de mimosas que reptó hasta su ventana para advertirle del peligro de las especies invasoras. Pero Miki decidió por ella cuando se ovilló al calor de aquel gran peluche blanco. A veces, para sobrevivir había que arriesgar.