lunes, 21 de diciembre de 2015

León y Ana

Luisa R. Novelúa
Como sombras disipadas por sombras disipadas deun nuevo amanecer, las volutas de humo anuncian a lo lejos la inconsistencia de la vida. Llena de remordimientos, se restriega las manos contra el vestido mientras aguarda el final de una angustia insoportable.

Cuando se siente ya bajo las ruedas, una fuerza inesperada le impide arrojarse a las vías. Sin embargo, nadie la ha sujetado. La estación está casi desierta. Solo ha visto, encogido en un banco, a un viejo de aspecto moribundo que la mira con ojos vidriosos, como si la estuviese soñando y hubiera decidido salvarla de su trágico destino.

martes, 8 de diciembre de 2015

Solas

Luisa R. Novelúa

Las besa con suma conciencia para no equivocarse de nuevo. Sin embargo, tampoco reaccionan. Decepcionada, sale de la habitación y las deja a oscuras, aunque es ella la que se siente castigada. Mientras deambula por la casa vacía, atenta a la puerta del recibidor, se pregunta qué ha hecho mal esta vez, por qué Blancanieves sigue hechizada. Y la rana y ella, también.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Lo último que se pierde

Luisa R. Novelúa

Salen sigilosamente de las habitaciones de sus hijos ausentes, como si el ruido más leve pudiese retenerlas contra su voluntad. Ya no pueden hacer nada más, parecen decirles mientras se alejan sin remordimientos. Y ellos, impotentes, arrasados, perdidos, no saben qué hacer con los recuerdos. Hasta que una ráfaga abre de golpe las ventanas e irrumpen de nuevo, caprichosas, para volver a amarrarlos a la espera.

lunes, 12 de octubre de 2015

Sin salida

Luisa R. Novelúa

Y cómo es que nunca cambiaron el bombín por otro tipo de sombrero, le pregunta mientras recorre fascinada el inmenso vestidor. Y por qué a ella no le pusieron una de aquellas preciosas pamelas o le recogieron el pelo en una coleta.

El vagabundo se encoge de hombros y la mira con ternura, pero no dice nada. A pesar de que en ocasiones puedan escaparse, están condenados a repetir la vida que otros trazaron para ellos.

Cuando aparece un policía blandiendo una porra y él huye a trompicones, la niña suelta una carcajada, justo antes de que la curiosidad la empuje, por enésima vez, a la madriguera.

lunes, 5 de octubre de 2015

El trono

Luisa R. Novelúa
El puñetero ojo de la cerradura era demasiado pequeño y apenas podía intuir lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta. Como un juego de sombras chinescas, solo veía inquietantes imágenes proyectadas sobre la pared que exacerbaban su curiosidad hasta el dolor físico.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no serviría de nada seguir allí encerrado. Nadie parecía echarlo de menos. A sus grandes ojos azules asomaron lágrimas de impotencia, pero fue al escuchar otro llanto cuando decidió actuar para conservar lo que era suyo.


Atracción fatal

El puñetero ojo de la cerradura me mira sin ningún pudor, probablemente con lascivas intenciones. Abandonada a mi suerte, sé que seré desechada si no respondo a sus expectativas. Y aun así, es tal su poder de atracción que casi no recuerdo la inquietud que sentí cuando me eligieron, al azar, para desvelar su secreto.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Además del verano

Luisa R. Novelúa

Encontré su bicicleta apoyada en las nasas de pescar pulpo, pero ningún otro rastro de Xurxo. El muelle, inusitadamente desierto a esa hora de la tarde, había sido tomado por cientos de gaviotas con su desafinado concierto de graznidos, que herían casi tanto como el silencio con el que él sostuvo mi mirada antes de dar media vuelta y alejarse pedaleando.

Si lo hubiera seguido, en lugar de esperar enfurruñada a que regresase con algún regalo de desagravio, como ocurría cada vez que nos enfadábamos, quizá ahora estuviésemos explorando la gruta que había descubierto para mí en una de las calas que teníamos totalmente prohibidas por su difícil acceso, o tomando un helado en la dársena, junto a las rederas que nos atrapaban con sus historias de aparecidos.

Pero en esta ocasión era diferente. Miré el reloj. Se hacía tarde. No seguiría buscándolo más, ni le pediría perdón por haber sido tan tajante al contestarle que prefería ir a la fiesta de mis vecinos. Dejé mi bicicleta junto a la suya, sin saber aún que algo había terminado.


lunes, 22 de junio de 2015

Pacto de silencio

Luisa R. Novelúa

Aunque solo éramos tres, nos gustaba jugar a Los Cinco. A mí me llamaban el Monstruo de las Galletas. Mi hermana, alegre y cándida, estuvo encantada de ser Heidi hasta que la pubertad asomó a su cuerpo y empezó a renegar de todo lo que tuviese un tufo infantil. Sin embargo, a nuestro primo Adrián siempre le enfureció que lo rebautizasen como Pipi Calzaslargas, a pesar de que nadie tenía la culpa de que fuera el único pelirrojo del colegio. Nosotros, por si acaso,  nos cuidábamos mucho de provocarlo.

Decidimos ampliar el grupo cuando nos prendamos del san bernardo del nuevo vecino de los abuelos. Adrián, con la autoridad que le daba ser el mayor, lo planificó todo. Pero no tuvo en cuenta que el perro, por más que nos empeñásemos, no atendía al nombre de Niebla, que la puerta del cobertizo se quedaría bloqueada con los cuatro dentro y, menos aún, que yo iba a atascar la claraboya, nuestra única vía de escape.

Peor fue cuando, después de una interminable noche allí encerrados, un chirrido de bisagras anunció la entrada de aquel hombre. Heidi, fiel a nuestro pacto, respondió a su siniestra mirada:

―Pipi no fue.

lunes, 18 de mayo de 2015

La revancha

Luisa R. Novelúa

Y las azules, las del abuelo de Pablo, fueron finalmente las ganadoras. Así que volvimos a casa cabizbajos, decepcionados. Derrotados.

Por la tarde no quise acompañarlo al parque. Hubiera sido demasiado humillante. Preferí quedarme con mi madre adelantando los deberes del lunes.

Pero cuando regresó con aquella sonrisa pícara, no hizo falta ninguna explicación. Corrí a la cocina y recuperé del cubo de la basura el libro de jardinería que me había regalado por mi cumpleaños.

lunes, 4 de mayo de 2015

Concurso de traslados

Luisa R. Novelúa

El incómodo cadáver del mediador familiar se entremete en todas las conversaciones, en un intento vano de resolver el sinfín de conflictos enquistados que se enconan en las noches de luna llena.

Nadie sabe cómo ha llegado hasta allí, ni por qué, y menos aún, para qué sirve esa profesión absurda con la que siempre se presenta. Les desconcierta que no caiga en el desánimo, a pesar de las miradas hostiles, de los murmullos a su paso, del calor sofocante, de la lluvia insidiosa.

Pero a él los retos le motivan. De hecho, cuando eligió destino definitivo no tuvo ninguna duda: Comala.

lunes, 20 de abril de 2015

Enamorados anónimos

Luisa R. Novelúa

La intención de seguir siendo solo amigos fue un espejismo. En cuanto le inoculó el veneno del enamoramiento con aquellos besos furtivos en la cena de empresa, de nada sirvió echarle la culpa al alcohol.

El lunes siguiente ya empezó a notar los primeros cambios en la oficina, con un haz de luz concentrado sobre ella que dejaba en penumbra el resto del local.

No era la primera vez que le sucedía, a pesar de las numerosas advertencias. Sin embargo, tardó un tiempo en asumir que debería volver a terapia de grupo si deseaba recuperar la paz y el equilibrio de los exenamorados. 

martes, 14 de abril de 2015

Sobre héroes y pájaros

Luisa R. Novelúa

El mirlo se posa en la boca del cañón y rasga el opresivo silencio con su aflautado canto. Desde ese lugar privilegiado otea, indiferente, el campo de batalla. Solo le interesa marcar su territorio e iniciar el cortejo para conquistar a su futura compañera.

En el horizonte, un festín de colores amarillos, anaranjados y rojizos destierra a la gélida luz de la luna, y los miles de bultos plateados van definiéndose en cuerpos desmembrados, en anónimos soldados con posturas grotescas, como títeres a los que se ha dejado caer cortándoles los hilos, en caballos con las extremidades rígidas y múltiples bayonetazos.

Desde las paredes rocosas, los buitres agudizan la vista en busca de alimento para sus exigentes polluelos. A medida que avanza la mañana, el círculo de aves carroñeras que sobrevuela la planicie va agrandándose.

Mientras, a muchos kilómetros de allí, preparan otro gran banquete para celebrar la victoria, y la historia va haciendo un hueco de honor al joven general, al que inmortalizará como uno de los grandes genios militares de todos los tiempos.


Este microrrelato ha sido accésit en el Concurso Esta Noche Te Cuento con el tema "cañones". Se incluirá en la edición de un recopilatorio.

lunes, 6 de abril de 2015

Qué quieres ser de mayor

Luisa R. Novelúa

A cada vuelta del tambor de la lavadora, Aurora remueve el café y revive las horas compartidas en el río con otras mujeres de la aldea. Las risas y los cotilleos; el agua gélida y las manos amoratadas; el dolor de espalda y el camino de regreso a casa con la tina cargada con ropa mojada.

Ajena a sus ensoñaciones, su nieta aparece en la cocina preocupada por la redacción que debe entregar mañana. No quiere ser maestra, ni enfermera, ni peluquera, se queja. Después de preguntar a toda la familia, la abuela es su última esperanza, y no la decepciona cuando le señala el electrodoméstico: inventora.

lunes, 23 de marzo de 2015

Obsesión

Luisa  R. Novlúa

Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo del pantalón. Los tres lunares bordeando la comisura de los labios, el hoyuelo del mentón, la delicada nuca en un escorzo tentador. Cada uno de los detalles que no habíamos sido capaces de ensamblar hasta toparnos con el bello rostro, de serenidad sobrecogedora, en la sala de autopsias.

lunes, 16 de marzo de 2015

El origen de su inspiración

Luisa R. Novelúa

Pintando aquellos extraños bisontes se ganó el favor de la crítica. Era el primer sorprendido por el éxito de su fulgurante carrera, nacida de forma casual en la feria de arte contemporáneo, cuando Elvira le confesó que llevaba meses viéndose con el autor de la obra que tenían enfrente: una pared en blanco y varios botes de pintura.

Tras el disparo a bocajarro, la sucesión de reacciones: él trazando enfurecidos garabatos, el público observándolo, los equipos de televisión grabando, el especialista dándole proyección internacional y ella, arrepentida, pidiéndole perdón.

Pero aunque no había vuelta atrás, esperaría hasta agradecerle que lo hubiese invitado a Altamira.

lunes, 9 de marzo de 2015

Mitómano en su laberinto

Luisa R. Novelúa

Seguía atrapado allí dentro y no sabía cómo salir incólume. La curiosidad lo había empujado a asomarse a la cueva, y la codicia a entrar tras el reflejo dorado que vislumbró con el primer barrido de su linterna.

La gruta era tan hermosa que avanzó fascinado, sin prestar atención al suelo embarrado. Cuando resbaló y cayó a la sima, ya era demasiado tarde. Sin embargo, tras la desesperación, acabó resignándose a su destino sin saber aún que, muy a su pesar, la verdad venía a rescatarlo.

lunes, 2 de marzo de 2015

Así nació el cuento

Luisa R. Novelúa

A nadie se le ocurrirá pensar que solo quiso volar, como antes de que la flecha emponzoñada atravesara una de sus alas, cuando rizaba el aire por puro placer y se divertía con caídas en barrena, ajeno a la admiración que provocaban sus acrobacias.

No entenderán que a pesar de restañar su herida, el veneno seguirá devorando su alegría hasta transformar su aliento en fuego devastador.

Y mientras todos aclamen como héroe al príncipe por abatirlo a la entrada de su guarida, el rey recompensará a su mejor arquero y al trovador que inmortalice la proeza con: érase una vez, en un país muy lejano.

lunes, 16 de febrero de 2015

Que cola de león

Luisa R. Novelúa

Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca quien tiene boca, y a pesar de que las zarzas le arañan la piel, avanza con paso decidido.

Cuando abre la puerta, el chirrido ahuyenta a los cuervos que han tomado los restos del circo abandonado. Del interior sale disparado un famélico perro, justo antes de que llegue su prima y la tire al suelo de un empujón.

Pero aunque sangra por la nariz, una sonrisa triunfal detiene los golpes de su eterna enemiga, dos años mayor, que acaba llorando cuando le recuerda lo que siempre les dice la abuela: más vale ser cabeza de ratón.

jueves, 5 de febrero de 2015

Hoy no me puedo levantar

Luisa R. Novelúa

Una ráfaga cargada de salitre aporrea la ventana para anunciarme que hoy es el día. Repaso hasta el último detalle: la predicción meteorológica se está cumpliendo, la embarcación acaba de repararse de la avería de siempre y yo llevo semanas quejándome de lumbalgia. 

Cuando, en plena noche, Pedro pasa a buscarme para salir a faenar, le advierto que no vaya solo. Pero sé que lo hará. Nunca se ha resistido a una apuesta. Su inexperiencia y osadía harán el resto. Lo último que escucho son sus pasos alejándose por el callejón, hasta que el bramido del mar los ahoga.

lunes, 2 de febrero de 2015

Sobre jefes

Luisa R. Novelúa

No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde, primer día de setiembre y víspera del viaje de Antía a Cancún. Aunque se empeñe, no es el momento idóneo para retomar contactos, ni para trabajar a pleno rendimiento o someternos a tormentas de ideas. No somos responsables de que nadie lo esté esperando ya en casa. Nosotras tenemos nuestra propia vida y necesitamos un periodo de adaptación. ¿A caso no ha oído hablar del síndrome postvacacional? Si está destrozado porque su exmujer acaba de casarse con su mejor amigo, que otro departamento se ocupe de hacerle entender que debe resignarse: cada cerebro tiene sus propias neuronas.


martes, 27 de enero de 2015

Desde que llegó a su vida

Luisa R. Novelúa

―¡Ay, qué larga es esta vida!― suspiró Lucía con gesto compungido.

Manuel, que acababa de emerger de la somnolencia que lo mantenía secuestrado la mayor parte del día, sonrió. Aquel lamento, que él repetía tantas veces, en voz de ella actuó como un bálsamo contra el dolor que se le había ramificado por todo el cuerpo desde la muerte de Maruja.

Lucía se acercó para ayudarle a llevarse un vaso de agua a los labios, pero con tanta torpeza, que la mayor parte del líquido se derramó sobre la camisa. Sin embargo, una mirada de complicidad fue suficiente para revalidar el pacto de silencio con el que se protegían.

Cuando poco después la llamaron desde la cocina, ambos se habían olvidado ya del incidente, y el anciano volvía a estar adormilado. Por eso, al regresar con un trozo de tarta de chocolate, ella tuvo que tirarle de la manga para que se despejase.

Manuel exageró el gesto de sorpresa, pero lo que en realidad le maravilló fue su propia carcajada cuando, sin que le preguntase el motivo de celebración, Lucía levantó cuatro dedos.



miércoles, 21 de enero de 2015

En una casa gris

Luisa R. Novelúa

Un gran sol violeta, que oculta la lluvia tras el cristal, le da los buenos días. Como cada mañana, le sonríe vestido del color que ella ha elegido antes de pegarlo a la ventana con celo.

Sus cálidos rayos contrastan con el gesto taciturno de su madre, que apenas habla mientras prepara el desayuno. Sin embargo, la estremece con un grito llamando a su padre, que no suele levantarse antes de comer desde que las vacaciones de agosto se prolongan indefinidamente. Por eso, en cuanto está lista, sale corriendo al colegio. Nadie entiende por qué le gustan los lunes.

lunes, 19 de enero de 2015

El más generoso

Luisa R. Novelúa

―¡Usted es el primero que la abre, caballero! Acaba de ganar un jamón de Jabugo.

De pronto, Andrés se sintió como un astronauta danzando en El lago de los cisnes, al cargar, en plena calle, con una pierna de cerdo y con la botella de Rioja que había comprado para su primera cena en casa de María.

Mientras el feriante seguía vociferando, se preguntó quién le habría mandado participar en aquella estúpida competición para hacer tiempo hasta la hora de la cita.

Paralizado por el bochorno, no reaccionó hasta que, sin mediar palabra, le pasó el jamón a la mujer que le tendía una lata con calderilla.

lunes, 5 de enero de 2015

No habrá ganador en la familia

Luisa R. Novelúa

Sin saber por qué, le di un puñetazo en el hígado. Mi perplejidad, tan sincera como el dolor del pelirrojo que se retorcía sobre el tatami, no impidió que me descalificasen en la final. Pero lo peor fue la cara de decepción de mi padre, su silencio de vuelta a casa, la frialdad con que escuchó mi decisión de encerrarme en la habitación.

Por eso me extrañó que a la mañana siguiente rescatase las cañas del trastero. Estábamos en plena temporada de pesca y era tanta mi alegría, que no me di cuenta de que en el salón ya no colgaba su medalla de plata.