Luisa R. Novelúa |
Empezó a pensar en un nuevo teorema
que calculase la energía necesaria para atraer un cuerpo que se aleja. Las
matemáticas nunca habían sido su fuerte, pero con motivación podría superar
cualquier carencia.
Fue
así, con mucha perseverancia, cómo aplicó el principio de Arquímedes sin
derramar una sola gota de agua de la bañera para que todo pareciese un accidente.
Y aunque a Pitágoras le agradecía la facilidad con la que había accedido a la
vivienda del vecino por una de las ventanas, María debería saber, después de
tantos años juntos, que a él nunca le habían gustado los triángulos.